Alertas para América del Sur desde la economía mundial

2011

Los desarrollos recientes de la economía mundial no deparan buenas noticias para la región. El estancamiento en Estados Unidos, el agravamiento de la situación europea y la desaceleración del crecimiento en Asia moldean un escenario sombrío para los próximos meses. De ser moderado, este cambio tiene un efecto positivo, en tanto da sirve como contrapeso para las dinámicas de crecimiento de la región, signadas por fuertes presiones inflacionarias y apreciación cambiaria. Sin embargo, a medida que la situación se hace persistente, la hipótesis del rebalanceo global” cobra más sentido y la consecuente orientación “hacia dentro” de la demanda asiática puede llegar a revertir el “viento de cola” de la última década.

 El mundo avanzado en problemas

La turbulencia global iniciada con la crisis subprime parece haber entrado en una nueva fase. En esta, y quizás por primera vez desde que se inició la recuperación, hay poca guía para los policy makers de las principales economías del mundo sobre los próximos pasos a seguir. Dos años después de la aparición del “consenso keynesiano”, cuando se aplicaron las primeras políticas masivas de intervención anti-crisis, en distintas partes del mundo las perspectivas a futuro son más bien negativas y reina el disenso sobre qué hacer de aquí en más.  Es que a la crisis le siguió el estancamiento económico y para los esquemas de política la etapa siguiente, de “reforma” (que implica distintas cosas en distintas partes del mundo), ha comenzado. Y en ese proceso quedó claro otro problema asociado a las crisis: es difícil distinguir los problemas coyunturales de los estructurales, y muchas veces se decide sobre los segundos con la agenda y la urgencia de los primeros.  Las mudanzas en los regímenes de política macroeconómica se hacen entonces volátiles y erráticas, y el resultado final es un aumento en la incertidumbre. 

En Estados Unidos el diagnóstico resalta dos síntomas: el magro desempeño macroeconómico y los alarmantes datos sobre los efectos sociales de la crisis. Sobre lo primero, cada vez toma más forma la hipótesis de que la crisis subprime tuvo efectos permanentes sobre la capacidad de la economía norteamericana para crecer y generar empleo. Sobre lo segundo, dos cuestiones resaltan. La primera es que la pobreza alcanza ya a 46 millones de personas, o un 15,1% de la población. Este guarismo implica un pico histórico para la tasa de pobreza: el máximo en los últimas tres décadas. La segunda cuestión tiene que ver con el persistente deterioro en la distribución del ingreso. El último dato disponible, de 2010, muestra que mientras el 20% más rico captura el 50% de la renta, el 20% más pobre se lleva apenas un poco más de 3%. Así, un norteamericano rico promedio cobra 15 veces más que un norteamericano pobre promedio, el mayor valor de los últimos 50 años. No parece casual la aparición de los “indignados” en esa parte del mundo.  

Panel 1

El efecto persistente de la crisis en el mundo avanzado 

Evolución del PBI real en Estados Unidos (izq.) y Europa (der.)

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Fuente: Elaboración propia en base a FMI 

Mientras tanto, en Europa las perspectivas son aún más sombrías. El daño en la capacidad para crecer que generó el crash de 2008 parece aún mayor que en Estados Unidos: de hecho el PBI regional se encuentra por debajo del nivel previo a la crisis. En esta coyuntura negativa se debate en una cuestión estructural: cuál es el futuro del euro. En los últimos años se evidenció una falla fundamental en la construcción institucional de la región: la unificación en el plano monetario y financiero resultó inadecuada desde el punto de vista de los países participantes del acuerdo. El dilema es más profundo porque lo que no se sabe aún es si la arquitectura regional ha sido insuficiente o excesiva. Por supuesto, distintos diagnósticos que implican diferentes recomendaciones de política: si falta integración, la cuestión es regionalizar las políticas fiscales y de gestión de la deuda pública (y hacerse cargo de los costos de la crisis actual), si sobra integración, el tema es detectar qué partes de las políticas comunes hay que desactivar. No solo es difícil elegir la dirección del cambio; además las características del camino son desconocidas. Si se toma la primera dirección, los consensos políticos necesarios son muy difíciles de conseguir. Se trata de pasar en el plano fiscal de un acuerdo (el Pacto de Estabilidad y Crecimiento) que prácticamente no cumplía ningún gobierno a la creación de una entidad fiscal supranacional que recaude ingresos y provea bienes públicos, y en el plano de la gestión de la deuda del “efecto aura” en los mercados financieros a la emisión de eurobonos. En la segunda dirección tampoco hay un sendero definido. Principalmente para las economías que deben realizar el ajuste de la absorción, no queda claro cómo incentivar demanda externa. Para lograrlo deben aumentar la competitividad, pero la tarea no es sencilla: deben convencer a sus ciudadanos que comiencen a utilizar una moneda nueva, que denominen con ella a sus contratos, para luego depreciarla y bajar los costos internos, y todo ello con urgencia.    

 

El desacople que no es

Como señalamos en otro lado, no existe desacople entre la dinámica de crecimiento de las economías avanzadas y de las emergentes. Si bien vivimos un rebalanceo de la riqueza global, que implica un diferencial de crecimiento de mediano plazo a favor de los emergentes, la evidencia muestra que la dispersión de las tasas de crecimiento a lo largo de los países se ha reducido en los últimos años, lo cual es un síntoma de la mayor sincronía en las dinámicas de crecimiento. Por supuesto, detrás de esto está una lógica implacable: por cada país exitoso siguiendo una estrategia de export-led growth  (como China) debe existir uno o más dispuesto a crecer gastando de más, es decir, siguiendo una estrategia de external-debt-led growth (como Estados Unidos).

No extraña entonces que, de la mano de menores ventas a los países avanzados, hayan aparecido señales de desaceleración en Asia emergente. La producción industrial crece al 10% anual, cuando en 2010 lo hizo al 15% y en la etapa de crecimiento previa a la crisis al 14%. Un menor nivel de actividad en Asia repercute inmediatamente en el comercio mundial, en particular si se trata de China: un estudio reciente del FMI destaca al país asiático como el principal nodo del comercio mundial (en el año 2000 ocupaba el sexto lugar). De hecho, las importaciones de la región guardan una cercana relación con su nivel de actividad; de allí que se esperen menores compras de Asia en el futuro cercano.

Panel 2

Actividad y comercio en Asia emergente

(a)        Exportaciones y nivel de actividad   (b)        Actividad y demanda de importaciones 

                                    (Volúmenes, 2009:7=100)                   (crec. anualizados por trimestre, 2000-2011) 

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Fuente: Elaboración propia en base al CPB Trade Monitor

 

El nuevo escenario para América del Sur

Así, en pocos años China se ha transformado en uno de los principales compradores mundiales de bienes primarios. Para tener una idea de su importancia  hay que tomar en cuenta los siguientes números: absorbe un 30% de las compras de metales, un 52% de las compras de soja y un 61% de las compras de minerales no metalíferos.  

 

Panel 3

El rol de China en los mercados mundiales de bienes primarios 

(impo netas de China / impo mundiales)

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Fuente: Elaboración propia en base a FMI: China Spillover Report 2011 

 

Y ahí es donde entra América del Sur. La región es rica en recursos naturales y se ha estado beneficiando de la dinámica de crecimiento global en la última década. También incrementó sus lazos comercial con Asia, como se observa en el cuadro 1. Así, cualquier modificación en los rasgos del crecimiento asiático alteraría decididamente la macro de la región, tanto en el frente externo como en el frente fiscal, habida cuenta de la alta dependencia de los ingresos de divisas –al país y al fisco- a la evolució

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