Impasse puede definirse como una situación de negociación a la cual no se le encuentra salida y se encuentra en punto muerto. Si se repasa lo ocurrido durante el período de algo más de un mes transcurrido desde las elecciones del 28 de junio este término parece el correcto para caracterizar la situación actual de la economía Argentina. Luego de que el resultado electoral transformara el equilibrio de poder de manera sustancial, cabía esperar negociaciones intensas en varios frentes para adaptar las políticas y formas de ejercicio del poder vigentes a la nueva realidad política. Dos frentes clave en este sentido eran el económico y el político. En ninguno de los dos hubo avances. Aunque el gobierno parece muy activo, lo cierto es que no se llega a vislumbrar cuál es el sentido de esa actividad.
En el plano político, los cambios de gabinete no sólo repiten las personas sino también la lógica de comportamiento anterior al 28 de junio. A fuerza de repetirse, esa lógica de comportamiento es ya conocida y podría llamarse de “repetición perpetua”. Los pasos fundamentales de la lógica de la repetición perpetua son esquemáticamente así: (1) cuando un problema hace aumentar la presión política excesivamente (ejemplo: INDEC, intervenciones à la Moreno) se rotan funcionarios (ejemplo: Boudou de ANSES a economía); (2) los flamantes funcionarios anuncian cambios que parecen expresar un nuevo rumbo (ejemplo: cambio de dependencia del INDEC); (3) los funcionarios o los anuncios son descalificados de hecho (ejemplo: se nombra un “director técnico” poco creíble en el INDEC); (4) esos funcionarios realizan reuniones con actores clave sobre temas clave; en la reunión se decide poco o nada y luego los participantes dan versiones encontradas sobre lo negociado (ejemplo: última reunión del campo). Al llegar a este punto –que se parece a la situación actual-, cualquier persona racional estará tentada de predecir el futuro aplicando su conocimiento sobre el pasado: (5) el flamante funcionario no resuelve nada, las políticas se mantienen incólumes y el funcionario se desgasta aceleradamente; (6) los conflictos y desequilibrios se agudizan y aumenta la presión política; (7) todo vuelve a empezar desde el punto (1).
Es justamente la aplicación de esta lógica de la repetición perpetua la que podría llevar a pensar que la actual es una situación de impasse. Sin embargo, esta conclusión sería errónea: independientemente del contenido, una condición necesaria para seguir por el carril de la repetición perpetua es que las políticas sean sostenibles y las actuales no lo son.
Una razón importante por la cual la lógica de la repetición perpetua no es sostenible es que obliga a la oposición a comportarse de formas que llevan a agravar antes que a amortiguar los factores de inestabilidad. En efecto, como la lógica de repetición perpetua no deja espacio para negociar, en esa lógica no hay lugar para que la oposición actúe de manera constructiva, por ejemplo, como canal de reclamos sectoriales. Antes del 28 de junio la oposición era débil. Ahora no lo es y, por lo tanto, no se la puede ignorar. Si la oposición no es tenida en cuenta, estará obligada a proponer alternativas. Claro que, como la oposición está fragmentada, no se puede esperar que proponga paquetes completos y consistentes de política. Lo que sí se puede esperar es que muestre su oposición al gobierno mediante iniciativas aisladas que la diferencien claramente de las políticas más irritativas, como los superpoderes, las retenciones o los aumentos en la tarifa del gas. Así, las iniciativas parlamentarias aisladas, aunque se justifiquen en base a la lógica de la política, lo cierto es que coadyuvarán de hecho a aumentar la incertidumbre sobre la estabilidad. Por ejemplo: es necesario reformular el esquema de retenciones pero ello no puede hacerse sin tomar en cuenta el presupuesto en su conjunto, incluyendo los provinciales; tampoco se trata sólo de introducir racionalidad en las tarifas de gas sino de poner racionalidad en toda la estructura tarifaria y de subsidios así como en las reglas de juego para la inversión. El esquema actual no admite “remiendos”, aún cuando esos remiendos sean en sí justificados. Es el esquema en su conjunto que genera inestabilidad; darle mayor racionalidad a alguna de sus partes podría hacerlo más y no menos inestable.
Aunque el objeto central de estas notas es la economía, hemos realizado esta breve consideración sobre las lógicas políticas porque la política es un determinante crucial de la coyuntura actual. La razón de esto es simple: la economía está transitando un sendero de inestabilidad; se necesitan rectificaciones urgentes; la lógica gubernamental de la repetición perpetua impide que esas rectificaciones se implementen; y es muy limitado lo que puede aportar la oposición desde el parlamento, al menos a muy corto plazo.
¿Cuáles son los hechos que indican que la economía se encuentra en una situación de inestabilidad? Los fundamentales son tres, están vinculados entre sí, y en orden de importancia son: (a) la fuga continua de capitales; (b) la brecha fiscal creciente entre gastos e ingresos; (c) la profundización de los problemas distributivos y de inequidad.
La salida de capitales a un ritmo de cerca de 2.000 millones de dólares mensuales no es sostenible. Para financiar esa salida el país necesita 24.000 millones por año y sólo hay dos formas de conseguir esa cifra: utilizando las reservas internacionales o generando un superávit comercial acorde. Ninguna de las dos alternativas es sostenible. La primera, por la razón obvia de que las reservas se acaban. Además, se trata de un proceso que se retroalimenta: si el mercado percibe que las reservas se acaban, se acelerará la demanda de dólares. La alternativa de generar superávit comerciales abultados es posible por la vía de reprimir las importaciones. Esta vía es posible pero no sostenible: el nivel de importaciones compatible con la fuga actual de capitales implica un nivel de actividad excesivamente bajo. Los niveles de desempleo y de pobreza que resultarían serían políticamente inviables; además, el nivel de inversión –buena parte de los bienes de capital son importados– no alcanzaría para reponer el capital depreciado. Para muestra basta un botón: la generación de un brutal superávit comercial por la vía de reprimir importaciones es la alternativa que ha estado utilizando el gobierno este año para financiar la salida de capitales sin perder reservas y los resultados están a la vista: colapso de la producción industrial, caída sustancial de la inversión, aumento del desempleo y de la pobreza.
¿Por qué salen capitales? Una explicación podría ser la crisis internacional que generó una reversión en los flujos. Esta causa fue sin duda importante en los meses que siguieron a la caída de Lehman Brothers. Pero esta situación se ha estado revirtiendo. Según la visión de los analistas, es posible que la crisis internacional esté encontrando un piso. Brasil, por ejemplo, ya está recibiendo un flujo neto positivo de capitales.
Parece razonable conjeturar, entonces, que la causa más importante de la fuga es la incertidumbre doméstica asociada con la falta de iniciativas coherentes para cambiar políticas que no están dando los resultados esperados.
Así como la lógica de la repetición perpetua indujo a la oposición a comportarse de una cierta forma, esa lógica también induce a los individuos y las firmas a comportarse de una forma específica: en un clima de incertidumbre el comportamiento natural es reducir al máximo el compromiso con el futuro: no invertir y no gastar en bienes durables de consumo. El indicador más claro de que la lógica de la repetición perpetua es el principal factor que explica la fuga es que, desde que esa lógica comenzara a afianzarse en 2007, han salido de la Argentina más de 40.000 millones de dólares y ello ocurrió de manera sistemática y bastante independiente de loa avatares internacionales.
La contrapartida de la salida de capitales es la contracción de la demanda agregada y la contrapartida de esa contracción es la caída del nivel de actividad en general y de la industria en particular. Los sectores que colocan su ahorro en dólares y no en bienes de capital o de consumo durable son las firmas y los sectores de mayor ingreso que tienen capacidad de ahorro. De aquí que el componente de la demanda agregada que cayó más es la inversión y los durables y el que lo hizo menos es el consumo de no durables. Esto es consistente con el hecho de que los salarios aún no han ajustado en función de la caída en el nivel de actividad. Si los salarios ajustaran de manera significativa a la baja, la caída del nivel de actividad devendría en colapso.
El segundo indicador de que las políticas actuales son insostenibles es la evolución de las cuentas públicas. La evolución del gasto no es consistente con la evolución de la recaudación. En particular, los subsidios y los salarios del sector público no son compatibles con los ingresos públicos que genera un nivel de actividad como el actual. Además, es probable que con la nueva composición del Congreso se produzca una reducción en las retenciones. Hasta ahora, el gobierno ha echado mano de los stocks que acumuló en el pasado en diversas “cajas” pero esa estrategia se agota por dos razones. Por un lado, esos stocks se agotan, por otro, cada peso que se utiliza hoy es un peso de financiamiento menos para cerrar la brecha de financiamiento en el futuro. Esa brecha será difícil de financiar si siguen cerradas las puertas de los mercados de crédito.
El tercer factor que hace insostenibles las políticas es que las consecuencias, en términos de inequidad, de lo que hoy está ocurriendo son muy fuertes y ello tarde o temprano tendrá expresión política. Nótese lo siguiente: hoy la Argentina tiene un nivel de pobreza y desocupación creciente porque el nivel de actividad es bajo; el nivel de actividad es bajo porque la demanda cae; la demanda cae porque los sectores con capacidad de ahorro no gastan y compran dólares; los dólares están disponibles porque se importa poco y se importa poco porque el nivel de actividad es bajo. Conclusión: los sectores de menores recursos se quedan sin empleo y caen en la pobreza porque hay que conseguir los dólares que necesitan los sectores más pudientes para colocar su ahorro en un mundo incierto. Esto no lo desea nadie. Pero no por eso deja de ocurrir.
Si la fuga de capitales es la causa de que la demanda agregada y el nivel de actividad estén cayendo, el remedio parece sencillo: hay que aplicar una medida que pare la salida. La medida obvia sería dejar que el precio del dólar suba todo lo que haga falta para que los agentes dejen de comprar dólares. Esta estrategia seguramente detendría la salida de capitales. También mejoraría la situación del sector público al licuar el valor del salario real (una depreciación aceleraría la inflación) y aumentar la recaudación vía retenciones. Sin embargo, difícilmente revertiría la situación de actividad y empleo en el corto plazo. Por un lado, la licuación del salario real terminaría de destruir el último bastión de resistencia de la demanda agregada que es el consumo de los asalariados; por otro, la inversión no se reactivaría para compensar la caída del consumo debido a la incertidumbre política y es sabido que la demanda de exportaciones no reacciona en el corto plazo a la depreciación. Un escenario de caída de la actividad y del salario con aumento de la desocupación es políticamente muy complicado.
Una depreciación y “nada más” equivale a atacar el síntoma sin ocuparse de las causas de la enfermedad. La razón de la salida de capitales es la desconfianza y la estrategia para revertir la desconfianza tiene como punto esencial el cambio de las políticas que generan esa desconfianza, asociadas con la lógica de la perpetua repetición. Ese cambio, para ser efectivo tiene dos premisas: un acuerdo –implícito o explícito– con la oposición y un ataque en todos los frentes de las inconsistencias fiscales, evitando medidas aisladas. Si el gobierno lograra dar una señal clara en este sentido, probablemente lograría un éxito importante en relación a la salida de capitales y la reversión de las fuerzas que están profundizando la recesión. Un factor que jugaría muy a favor es, justamente, que los recursos que hoy se utilizan para aumentar la cantidad de dólares en los portafolios podrían destinarse a importar los bienes que la industria y la inversión necesitan. Hay superávit comercial suficiente.
En suma, como la situación actual es no sostenible, o bien mudará por la vía de cambios traumáticos en los precios relativos o bien lo hará a partir de un camino más racional de políticas que eviten tales turbulencias. El tiempo dirá; lo que no puede ocurrir es que no diga; no hay impasse.
Palabras Clave: Argentina, perspectivas macroeconómicas, políticas económicas, sector externo