Crisis, blindaje y crecimiento en Paraguay

2010

Cuando se reconoció la existencia de la crisis financiera, burbuja inmobiliaria, y se la calificó como la peor crisis económica después del crash de los 30, casi 80 años después, con un carácter sincronizado y global, resultado de la creciente interrelación de la economía en el mundo, las primeras voces eran disímiles en cuanto a sus efectos respecto a las economías latinoamericanas.

 

Por un lado, algunos expertos vaticinaban que posiblemente América Latina no sería duramente golpeada (Enrique Iglesias, secretario general iberoamericano y ex presidente del BID, José Ignacio Goirigolzarri, consejero delegado del Banco Bilbao Vizcaya y Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008). En tanto, otros se desgarraban las vestiduras difundiendo sones agoreros de catastróficas repercusiones de la crisis, incluyendo pronósticos de una larga duración (De Soto, 2008 o el presidente Chávez: “el paso del vagón de la muerte”), también se sugerían soluciones solo si se trabajaba en términos de bloques, encendiendo los sentimientos latinoamericanistas. Criterios comprensibles que se ubican dentro del espíritu clásico, acostumbrados a recibir la peor parte de los embates que derivan del primer mundo siguiendo la línea de nuestros pasados ideólogos “si el imperio estornuda, nosotros entramos en terapia intensiva”.

 

En el campo de las medidas anticrisis, por un lado la FED y el Tesoro de los EE.UU. trataban de paliar la situación lanzando paquetes de salvataje de cientos de millones de dólares a favor de los “bancos zombis” (termino acuñado por P. Krugman, profesor de la Universidad de Princeton), por su lado los europeos corrían por los pasillos de sus palacios y castillos tratando de cerrar las grietas amenazadoras que surgían en sus murallas, mientras en el plano local nos atrincherábamos a ras de tierra aplicando lo que habíamos aprendido, muy duramente, sobre control de política monetaria y fiscal, tal vez los castigos infligidos por el FMI en períodos anteriores sirvieron para el efecto. De esa forma, pasamos de la expresión de pánico a otra de incredulidad, no todo andaba mal, y posteriormente terminamos con una sonrisa en los labios.

 

Haciendo abstracción de los orígenes de la crisis mundial y las secuelas de la crisis financiera internacional, que aún no han pasado; en el ámbito latinoamericano las medidas anticrisis giraron y giran principalmente en el marco fiscal, monetario y financiero, donde cada país aplicó lo mejor si mismo, aprovechando sus propias ventajas relacionadas con el mercado mundial y según su conveniencia. Así, no prevaleció la “mentalidad de manada” (expresión de Gregory Berns, neuroeconomista de la Universidad Emory), actitud que ratifica que los líderes de los países de la región, no trabajan con espíritu integrador, sino que llegado el momento se impone la practicidad y responden a sus intereses nacionales.

 

En el caso del Paraguay, el gobierno diseño su “Plan Estratégico Anticrisis en Ejecución” (Ministerio de Hacienda, Febrero 2009), estableciendo cuatro fases: 1ra, dar liquidez al sistema bancario y ampliar el espacio fiscal; 2da, política fiscal expansiva y líneas de crédito al sector privado; 3ra, medidas financieras y crediticias destinadas a los sectores productivos, y 4ta, créditos, contingencia y concesiones.

 

La propuesta privilegia la expansión del dinero, comprende créditos al sector privado y productivo, y el resto se relaciona con créditos para inversión vial, sumas importantes como transferencias a familias pobres y créditos para viviendas sociales, haciendo un total cerca de US$ 1.500 millones, sin considerar las medidas monetarias y financieras.

 

Los objetivos principales se cumplieron en cuanto a la reducción del encaje legal, disminución de las tasas de interés bancaria y de regularización monetaria, apreciación de la moneda local, racionalización del gasto público e incremento de las recaudaciones tributarias.

 

Se tradujo rápidamente en el aumento del circulante y mayor liquidez, con resultados en una creciente cartera crediticia dirigida principalmente al consumo y luego a las inversiones, descartando temores sobre posibles señales depresivas. Situación acompañada por los buenos resultados agrícolas en la soja (cosecha 2009 – 2010) y los aumentos de exportación de carne de res, ambos apuntalados por incrementos es sus precios. Eso provocó mayores niveles de pago a la población estimulando la demanda interna, dando como lógico resultado  incrementos de precios en los productos de la canasta familiar, especialmente en los alimentos.  

 

La economía paraguaya es esencialmente agropecuaria y su comercio exterior se basa en dos productos (soja y carne), pero es dependiente de la importación de varios productos agroalimentarios y más aun de productos industrializados.

 

Según la CEPAL, la economía del Paraguay crecerá en 9,7% para 2010, siendo la mayor tasa en toda la región, aunque se estima que para el 2011 llegará moderadamente al 4%, pero también se tiene aumento del déficit en cuenta corriente, que llegó al 2,2% del PIB como “resultado de un mayor déficit comercial” (CEPAL, Balance preliminar  2010), además  indica la fuente que la variación interanual del índice de precios al consumidor fue del 6,1%, en tanto que en 2009 apenas alcanzó al 1,9%.

 

Para entender mejor, las medidas anticrisis no t

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