El cambio de guardia global y una “nueva normalidad” para la globalización

2014

El mítico tour de Deng Xiaoping al Sur de China para “difundir la palabra” de la reforma en 1992 dio inicio a una etapa de aceleración del crecimiento sólo comparable con el ascenso de los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XXI, o Europa occidental en el siglo XVII y XVIII. Las recientes estimaciones del International Comparison Program ubican al PBI de China por encima del PBI de Estados Unidos, lo que implicaría el primer cambio de guardia desde 1872, cuando la economía norteamericana sobrepasó al Reino Unido. Este reacomodamiento seguramente perdurará con la reforma en curso en China e importa a la economía internacional porque implica una “nueva normalidad” para la globalización.

 

Las modificaciones en la dinámica del PBI mundial representan sólo un signo de la creciente importancia de China en la economía global. Los indicadores de comercio internacional muestran un cambio estructural aún más profundo. Las exportaciones de China aumentaron de manera espectacular desde la adhesión a la OMC, y pueden crecer aún más –aunque las controversias alrededor de este punto son innumerables -con la obtención de la condición de “economía de mercado” en el año 2016. China es ahora el mayor exportador del mundo, y el segundo importador, detrás de los Estados Unidos. Su centralidad en el comercio internacional es indiscutible, desplazando a Estados Unidos y Alemania como el principal socio comercial de más de la mitad de los países del mundo.

 En las finanzas, los cambios también están ocurriendo. De hecho, en el top 4 de acreedores internacionales se encuentra china, junto con Alemania, Japón y Arabia Saudita. El creciente papel de China como "financista global" a lo largo de los últimos diez años hace que el país asiático se haya convertido en un actor clave en las finanzas internacionales, muchas veces actuando en forma controversial, a contramano de las instituciones globales como el FMI o el Banco Mundial. Incluso con la reciente tendencia a la apreciación del renminbi, los activos externos netos de China superaron en 2011 a los de Alemania y de los países ricos en petróleo como Arabia Saudita. Tomando Japón y China juntos, es evidente que una de las características de la economía mundial después de la crisis será el pax Asiática, es decir, el surgimiento de Asia como la principal fuente de financiamiento para el resto del mundo.

¿Cómo modifican estos nuevos desarrollos las condiciones relativas en los distintos mercados internacionales de bienes y activos? En primer lugar, si se desagrega el comercio exterior aparecen patrones de exportaciones e importaciones bien diferenciados. Básicamente, China es un país que exporta manufacturas de origen industrial (alrededor del 70 por ciento de las exportaciones totales) e importa materias primas y sus manufacturas asociadas (más de un tercio de las importaciones totales). Una década y media atrás, el perfil de comercio exterior era bien distinto, y detrás de este cambio estuvieron las características del modelo de crecimiento: la estructura de las importaciones, por ejemplo, se deriva directamente de la rápida urbanización y el auge de la inversión.  Junto con el cambio en la estructura de la producción y de las exportaciones, China ha sido líder en la promoción de cadenas globales de valor asociadas a productos industriales que dominan ya mercados tradicionalmente ocupados por los productores europeos y norteamericanos. Todo ello aumentó la importancia de China, pero también modificó los precios relativos a favor de las materias primas, lo cual no tiene nada de extraño si se piensa que ocurrió algo similar con la aceleración del crecimiento durante la primera globalización a fines del siglo XIX.

En cuanto a los mercados financieros, la estrategia de crecimiento guiado por las exportaciones llevó a un aumento en la tasa de ahorro global, representando una cara de los controversiales desbalances globales, y motivando una reducción en el costo global del dinero. Pero a diferencia de otros países exportadores de capital, el exceso de ahorro chino se destinó fundamentalmente a activos seguros. Para entender este punto basta con comparar la cartera de activos externos de los financistas globales que mencionamos más arriba. Tanto Alemania como Japón destinan ocho de cada diez dólares a  activos de riesgo, mientras que la cartera de China –al igual que la de Arabia Saudita- está sesgada hacia las reservas. De hecho, en China siete de cada diez dólares se asignan a estos activos líquidos. En tanto sólo los países desarrollados pueden emitir esta clase de activos, ello direcciona los flujos de capital en un sentido controversial, contrario al esperado por la teoría. Además, como la emisión de esta clase de activos por parte del sector público es relativamente inelástica, son los mercados internacionales de capital los encargados de absorber el exceso de demanda, y seguramente allí se encuentra una de las fuentes de la inestabilidad financiera global imperante.

La emergencia de China también modificó los mercados de inversión directa. La política china de "puertas abiertas " con respecto al capital extranjero, en práctica a partir de principios de 1990, generó un boom de entrada de capitales, lo cual sirvió para complementar el masivo desplazamiento de la fuerza laboral, desde el campo a las ciudades. Esta característica, la atracción de capital extranjero como parte integral del modelo de desarrollo, fue novedosa en Asia: ni Japón ni las economías de industrialización reciente se basaron en la inversión extranjera directa para alcanzar a las economías avanzadas. La segunda y más reciente política tiene que ver con la inversión extranjera hacia el exterior. China ha pasado a ser una de las principales fuentes de inversión extranjera en todo el mundo. En un artículo de octubre de 2013, The Economist preguntó si es el "momento Rockefeller " para China, dada la presencia cada vez mayor de la economía asiática tanto en desarrollados como emergentes (no libre de controversias, particularmente en Africa).

Por último, y en forma incipiente, las economías occidentales van ajustando lentamente sus “parámetros estructurales” a la nueva normalidad de la globalización. No debe extrañar en un futuro cercano que tanto la tecnología como las preferencias y los hábitos de la economía asiática se mezclen con aquellas que popularizó la supremacía norteamericana (y antes la europea). Por lo pronto y más a corto plazo, la recurrencia del adjetivo “controversial” al explicar el reacomodamiento chino en la economía internacional a lo largo de este artículo da cuenta de las dificultades de las instituciones de gobernanza global (FMI, Banco Mundial, OMC) para adaptarse a esta nueva normalidad emergente.

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