En un trabajo bastante desconocido referido a modelos de racionamiento, John R. Hicks comparó la dinámica macroeconómica de los cuarenta con la de los cincuenta de la siguiente manera: en los cuarenta el mecanismo de precios estaba inactivo debido a los controles cuantitativos, mientras que en los cincuenta el desafío tenía una alta dosis de incertidumbre: se trataba cómo resucitar el mecanismo de precios minimizando los costos asociados a la remoción de dichos controles. El debate puede trasladarse en tiempo y lugar, porque parece apropiado para analizar las dificultades del mercado de cambios de Argentina y sus posibles desarrollos en los próximos meses.
Retrospectiva
¿Cuál es el conflicto en el mercado de cambios y cómo llegamos hasta acá? La crisis con el campo por la 125 en el primer trimestre de 2008 generó dos comportamientos del sector privado que tensaron el mercado de cambios: por un lado, los volúmenes de exportación de bienes agropecuarios y sus derivados se estancaron y no volvieron a recuperarse en ningún momento posterior. Por otro lado, el “riesgo Argentina” se elevó varios peldaños y el sector privado comenzó a acumular activos externos a un ritmo que no se había registrado en el pasado reciente, proceso que, con alguna volatilidad, se incrementó luego con diversos eventos, como la estatización de las AFJPs o la salida de Martín Redrado del BCRA. A los menores ingresos por exportaciones - hecho agravado por la anemia del comercio internacional - y la mayor fuga de capitales privados se le sumaron dos factores que profundizaron la tensión: la combinación de crecimiento económico y atraso cambiario de 2010-2011, que disparó la demanda de importaciones (sobre todo de energía), y una política financiera que transformó en una quimera el rollover de cada vencimiento de capital e intereses de deuda pública en dólares, incluso en un contexto internacional de alto apetito por el riesgo y tasas de interés cercanas a cero.
Esta conjunción de factores llevó a una reversión en la dinámica de la acumulación de reservas internacionales por parte del BCRA y motivó luego la reacción del gobierno con el cepo. El drenaje de las reservas operó por dos vías: por un lado, se redujeron los ingresos debido a la dinámica de la balanza comercial y la fuga de capitales; por otro lado, se ampliaron los egresos por los pagos de la deuda pública externa. Así, el ratio del stock de reservas sobre el PBI se redujo casi 5 puntos entre 2007 y 2011, de 17,3% a 12,4% y el gobierno, hacia el final de ese año, reaccionó anulando en la práctica la convertibilidad del peso para las compras de divisas para el ahorro e incrementando las restricciones a las importaciones. Dos años después del inicio de este cepo cambiario, las políticas no han logrado su cometido: las reservas siguieron cayendo, inclusive a tasas más aceleradas que antes (se encuentran hoy en 7% del PBI) y la combinación de represión a la compra de dólares y sobre-expansión monetaria avivó un mercado paralelo, donde el valor del dólar llegó a duplicar el valor oficial (hoy esta brecha se encuentra en el 70%). Para el sector privado, el recuerdo de los ochenta empezó a hacer sentido en términos económicos: las prácticas del pasado para adquirir dólares del mercado formal y guardarlos o venderlos en el mercado paralelo fueron puestas en valor con celeridad. La respuesta del gobierno, de devaluar el tipo de cambio oficial, no hizo más que reforzar las expectativas del sector privado, mientras que el gobierno optó por una “solución europea” ´para contener la tensión en la demanda de divisas y hacer frente a los pagos externos del gobierno: reprimir el crecimiento. De hecho, en 2012 las compras externas de bienes de capital se redujeron un 25% en términos interanuales.
Prospectiva
¿Qué puede pasar de aquí en más? Comencemos por imaginar un mercado de cambios donde se mantienen los controles (a la década del cuarenta, en términos de Hicks). El desafío de esta política es que el status quo dista de ser estable. Entre mediados de octubre de 2012 y mediados de octubre de 2013 las reservas internacionales cayeron en más de USD10000 millones. Aún si la aparición de un “dólar turista” pudiese suprimir el déficit de la cuenta de turismo, que totaliza en los primeros seis meses del año USD3500 millones, ello no sería suficiente para detener el drenaje de las reservas: de pagarse el cupón PBI las obligaciones del gobierno en 2014 serían similares a las del 2013, de manera que inclusive con estancamiento del nivel de actividad se podrían perder USD4000/USD5000 millones, un monto difícil de cubrir sólo con préstamos concesionales. Eso sin contar con la aparición de algún astuto mecanismo para retrasar la liquidación de las divisas del campo, lo cual tensaría aún más al mercado.
¿Y si se eliminaran los controles? En este caso la dinámica del mercado de cambios estaría marcada por la incertidumbre (a la década del cincuenta). ¿Cómo se comporta un sistema cuando uno de sus elementos es removido? La posibilidad de que se desarrolle una burbuja cambiaria, por ejemplo, no debe ser desestimada. Tampoco que se llegue a un equilibrio cambiario en función a la reducción del valor en dólares del circulante en poder del público. Un dato inquietante, que abona hipótesis pesimistas, es la experiencia de 2012, cuando el nivel de actividad se resintió y ni los salarios ni los precios acusaron aviso. En ese contexto, una megadevaluación deberá exigir una fuerte contracción del nivel de actividad para evitar que se activen las pujas salariales y se inicie un remake del Rodrigazo. Y sin controles de capital, la puja distributiva a partir de allí puede ser cruda.
*publicado en el semanario El Economista.