La reactivación: entre la inercia, los conflictos y el double dip

2010

Una mirada rápida a la evolución de la economía en el último par de meses podría llevar a la conclusión de que el cuadro no ha cambiado excesivamente en relación a lo que venía ocurriendo: la demanda agregada sigue entonada –aunque el ritmo de la producción se resintió debido a cuellos de botella puntuales– mientras la inflación sigue incólume su curso. Una mirada más atenta, sin embargo, revela factores que podrían devenir fácilmente en fuentes de inestabilidad. Entre esos factores sobresalen el deterioro de la situación internacional y los conflictos domésticos que afectan instituciones económicas muy básicas como los derechos de propiedad, la libre circulación de bienes y las relaciones del trabajo.  

Probablemente, la mejor forma de describir de manera sintética las fuerzas contradictorias que operan en la situación actual sería decir que, mientras la evolución del nivel de actividad y la inflación está fundamentalmente determinada por la inercia del pasado reciente, el deterioro de la situación internacional y el aumento de los conflictos están posiblemente revelando los determinantes de la evolución futura de la economía.  

La inercia del pasado 

La inercia del pasado juega un papel importante en la reactivación actual por varias razones, entre las que cabe destacar las siguientes: 

1. La mejoría que se produjo durante el año anterior en la economía internacional fue un disparador importante de la reactivación en la Argentina.

Hasta aproximadamente el primer trimestre de este año la economía internacional parecía recuperarse de la mano de los estímulos fiscales y monetarios y del crecimiento de los emergentes. Ello tuvo dos efectos de relevancia. Por una parte contribuyó a mantener el precio de los commodities que vende la Argentina; por otra, la reactivación-con-apreciación-cambiaria en Brasil (en parte estimulada por la entrada de capitales) fue central como fuente adicional de demanda de productos industriales argentinos.  De esta forma, gracias a buenos precios de commodities y apreciación cambiaria en Brasil, la Argentina estuvo en condiciones de mantener el ritmo exportador a pesar de que la depreciación del tipo de cambio nominal no ha estado en línea con el aumento de los costos en dólares que motorizó la inflación. No extraña, en este sentido, que los dos componentes más dinámicos de los ingresos por exportación sean la soja y las exportaciones a Brasil, que ya absorben el 20% de nuestras exportaciones.

2. La combinación actual de nivel de actividad, inflación y tipo de cambio nominal sólo es sostenible en función de las buenas herencias del período pre-crisis, entre las que se destacan el superávit comercial y la acumulación de reservas.  

En períodos anteriores la Argentina acumuló reservas sobre la base de generar superávit comerciales extremadamente significativos. Calificamos de “extremadamente significativos” tales superávit porque los mismos abastecieron no solamente la acumulación de reservas sino, también, la salida de dólares que se acumularon en la cartera de los particulares. Como resultado, hoy el Banco Central cuenta con recursos suficientes como para sostener una apreciación sensible del tipo de cambio real. 

3. La combinación actual de nivel de actividad, gasto público e inflación sólo es sostenible debido a los superávit fiscales acumulados en el pasado y a que la convertibilidad desactivó el régimen de alta inflación.

Desde fines del período presidencial anterior, el gasto público ha mostrado una trayectoria que no puede financiarse sólo con la recaudación de impuestos y, por lo tanto, el gobierno necesita financiamiento extra. Como el gobierno no tiene acceso a los mercados, ese financiamiento no puede obtenerse recurriendo a fuentes voluntarias.  Nuevamente, la inercia del pasado ha sido vital en proveer solución a esta cuestión. Dos puntos merecen subrayarse. Primero, el gobierno ha recurrido sistemáticamente a fondos acumulados anteriormente para financiarse. Utilizó stocks públicos (por ejemplo, ANSES); fondos privados (AFJPs) y reservas del Banco Central para realizar pagos de deuda pública en dólares. Segundo, como el gasto público crece sin cesar y los stocks de fondos acumulados son finitos, se aumentó la alícuota del impuesto inflacionario. Hoy, la recaudación por este impuesto es crítica para acercar liquidez al sector público, como lo demuestra el hecho que el Banco Central haya aumentado sustancialmente las “utilidades” que transferirá a la tesorería este año. Nótese que esta alícuota del impuesto inflacionario no podría haber aumentado de la forma que lo hizo si el gobierno no hubiera heredado una economía en la que el régimen de alta inflación había desaparecido, luego de diez años de convertibilidad. En un régimen de alta inflación en el que los contratos son de muy corto plazo o están totalmente indexados, aumentar la recaudación del impuesto inflacionario es extremadamente costoso o imposible, como lo demostró la hiperinflación.  

4. De forma más puntual, la reactivación fue ayudada en el plano político por la mejoría relativa en la imagen del gobierno y en el plano fiscal por la política anti-cíclica en el marco de la crisis internacional. 

La economía se vio favorecida por la percepción de que el gobierno parecía haber cambiado parcialmente su estrategia política, orientándose a recuperar el apoyo de los sectores moderados; este cambio político fue clave para revertir la salida de capitales y recomponer la demanda doméstica.  

Los cambios en la coyuntura y los interrogantes a futuro  

Probablemente, las fuerzas inerciales que hemos mencionado irán perdiendo peso. Están apareciendo nuevos factores con entidad como para influir sobre la trayectoria futura de la economía. Más específicamente, en relación con los cuatro frentes antes mencionados cabe mencionar lo siguiente. 

1. La economía internacional dejará de jugar tan a favor ya que está mostrando signos de debilitamiento. 

El nivel de actividad de los países desarrollados se ha desacelerado en el segundo trimestre y los analistas pronostican que la desaceleración se afianzará en el segundo semestre. En particular, las palabras de Bernanke en la reunión de Jackson Hole y el “libro Beige” de la FED expresan una visión que está lejos del optimismo que campeaba hacia principios de este año. Incluso, economistas como Rogoff anticipan que probablemente una tasa de inflación más alta que ayude a licuar la deuda pública será la única forma de romper el dilema entre ajustar y profundizar la recesión para reducir el déficit o no hacerlo para mantener el nivel de actividad aceptando un crecimiento mayor de la deuda. 

Los países emergentes muestran una perspectiva mejor, pero se espera que el crecimiento también se desacelere. De hecho, tal desaceleración sería hasta cierto punto bienvenida dada la posibilidad de una burbuja inmobiliaria en China, las presiones inflacionarias en la India y la amenaza que significa para Brasil la permanente entrada de capitales con la consiguiente presión bajista sobre el tipo de cambio. Hay que tomar en cuenta que Brasil ya está mostrando un déficit de cuenta corriente de alrededor de dos puntos del PBI. 

Las dos amenazas asociadas con esta evolución de la economía internacional son, primero, la posibilidad de que haya reducciones en la demanda por recursos naturales con el consiguiente efecto sobre los precios de nuestros productos primarios y, segundo, la probabilidad mayor de una reducción en la entrada de capitales en Brasil, que podría significar menor nivel de actividad y un tipo de cambio con menores presiones a la baja. 

2. Si se profundizan las tendencias internacionales, la política de utilizar el tipo de cambio como ancla nominal no será sostenible. 

Las autoridades parecen tomar la inflación como un dato. No se observa ninguna iniciativa anti-inflacionaria más allá de mantener el tipo de cambio nominal más o menos estable. Esta estrategia es de por sí peligrosa y no podrá ser sostenida. La sostenibilidad, sin embargo, no es independiente de lo que ocurra con el precio de los commodities y el tipo de cambio en Brasil. Una evolución desfavorable de estas dos variables debido a las causas antes mencionadas podría traducirse en pérdidas de competitividad externa muy importantes en un plazo breve, como ya ocurriera en el año 2008 en ocasión de la caída de Lehman Brothers. En aquélla ocasión la reacción del gobierno fue acelerar la depreciación de la moneda. Pero el contexto era muy diferente: la dirección del Banco Central tenía una orientación diferente a la actual y la inflación no presionaba tanto por el contexto recesivo. Más allá de esto, lo cierto es que a las autoridades se les hará cada vez más difícil seguir con la estrategia actual: atraso cambiario con nivel de actividad sostenido implica caída acelerada del superávit comercial y, eventualmente, pérdida de reservas. 

3. La persistencia de la inflación está llevando a la consolidación de un régimen inflacionario adaptado a tasas más altas; si esto ocurre no será posible mantener el nivel de actividad con una tasa de inflación como la actual. 

En los hechos, la táctica de acelerar del nivel de actividad sin miramientos para con la persistencia de la inflación está contribuyendo a consolidar un régimen de contratos de horizonte más corto y obligando a negociaciones más frecuentes entre las partes. El aumento en la conflictividad de las relaciones laborales no es independiente de este hecho. La obsesión por mantener un alto nivel de actividad está en los hechos sacrificando lo que probablemente fue la mejor herencia que quedó de la fallida experiencia de la convertibilidad: la destrucción del viejo régimen de alta inflación.

Cuando los contratos se acortan la inflación tiende a devenir inercial ya que se hace más fácil corregir lo pactado en función de la tasa de inflación observada. La inflación inercial le pone un piso a la inflación y, por lo tanto, cualquier corrección de precios relativos implica una tasa de inflación más alta. Nótese, en relación con esto, que el régimen inflacionario se está consolidando en un contexto en que el tipo de cambio nominal varía muy poco y hay precios de servicios y de transporte que están congelados. Si se intentara una corrección en estas variables, la inflación se aceleraría a partir de un piso alto. Para evitar una aceleración exagerada de la inflación, la única vía sería realizar la corrección en el tipo de cambio nominal y las tarifas atrasadas en un contexto más recesivo. En otras palabras: cuanto mayor sea el lapso de tiempo en que la inflación se mantenga por arriba del 20%, mayor será la restricción en el nivel de actividad necesaria para corregir el tipo de cambio y las tarifas sin acelerar la inflación.  

Probablemente, la estrategia de las autoridades es que sea otro el gobierno que enfrente este dilema o, de ganar las elecciones, estar en condiciones de hacerlo en un contexto de mayor fortaleza política. Está claro, no obstante, que no corregir los precios relativos no es una opción. La única incertidumbre se refiere a cuándo ocurrirá y ello a su vez no será independiente de la evolución de la situación externa debido a las razones ya apuntadas. 

4. El gobierno parece haber abandonado la estrategia de seducción de sectores moderados y de mejoramiento en el clima de negocios de forma de recomponer el acceso a los mercados voluntarios de deuda.

El cambio en las prioridades políticas parece bastante claro. De hecho, en el período más reciente se han planteado iniciativas que van más allá del plano de las políticas para poner en cuestión instituciones económicas que son básicas para el funcionamiento de una economía de mercado. En este sentido sobresalen la propuesta de participación de los trabajadores en las ganancias de las firmas; el apoyo a iniciativas sindicales que buscan incidir sobre la relación de la empresa con las firmas que les proveen servicios; y las iniciativas que desdibujan los límites entre política y derechos de propiedad (Papel Prensa, Cable Visión).  

Si se profundiza esta línea de acción se corre el riesgo de volver a incentivar la salida de capitales y una mayor salida de capitales supone una mayor presión sobre las reservas y el tipo de cambio.   

Sobre coordinación, instituciones y políticas 

Ninguno de los riesgos y amenazas que hemos mencionado revisten hoy una gravedad  que impida su tratamiento con políticas adecuadas. De hecho, las autoridades cuentan con recursos y algunas herramientas que podrían utilizar con tal fin. Sin embargo, no se observa en el gobierno una preocupación por avanzar en este sentido. En realidad, el caso parece ser el contrario: las políticas del gobierno son parte del problema en la medida que muchas de ellas están jugando a favor de profundizar los desequilibrios;  esto último es así tanto en la dimensión macro como en la microeconómica. 

En el plano macroeconómico, las iniciativas fiscales y monetarias que se están implementando no cumplen su rol de coadyuvar a la coordinación de las decisiones que los agentes económicos toman de manera descentralizada en una economía de mercado. Un presupuesto público realista aprobado en tiempo y forma y un programa monetario creíble son vitales para dar certidumbre al sector privado sobre la evolución futura de precios e ingresos y sobre las grandes líneas que orientan las políticas del gobierno. La gestión actual está lejos de cumplir con estos requisitos. En primer lugar, es probable que el Congreso no apruebe el presupuesto y que el gobierno intente implementar un decreto de necesidad y urgencia que le permita seguir decidiendo sobre de buena parte del gasto de manera discrecional. En segundo lugar, el Banco Central acaba de redefinir las metas monetarias de forma de estar en condiciones de acomodar la emisión a las necesidades de recaudación del impuesto inflacionario por parte del gobierno. Asimismo, una mayor emisión es instrumental para impedir aumentos en las tasas de interés que vayan en contra del objetivo de mantener alto el nivel de actividad en un año electoral. 

En el plano microeconómico, las iniciativas más recientes que afectan a diversas firmas no contribuyen a asegurar un mínimo de estabilidad para crecer sostenidamente en la medida que los conflictos están afectando a instituciones que son clave para garantizar una tasa de inversión privada suficiente y relaciones armónicas entre quienes participan en el proceso de producción y distribución.  

En suma, el cuadro que surge es el de una economía que crece empujada por factores que probablemente se debilitarán y que enfrenta riesgos ciertos de desestabilización debido a la falta de políticas que le brinden a las firmas y familias un horizonte de decisión cierto. Por supuesto, de esto no se sigue que no sea posible que la economía mantenga un ritmo razonable de avance en el segundo semestre. Lo que sí se sigue es que existen riesgos ciertos y que las políticas públicas hacen poco para prevenirlos.

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