Riqueza de recursos naturales: ¿riqueza de empleos? Revisitando la evidencia de América del Sur durante la bonanza externa. Pólemos, Buenos Aires (30/08/2016)

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Hay una idea proveniente de la década de 1950 y 1960 y todavía bastante arraigada en la opinión pública de los países ricos en recursos naturales de que un sesgo productivo y exportador hacia esos recursos es una mala idea. En aquella época se aceptaba que la capacidad de una estrategia de desarrollo basada en las ventajas comparativas para generar suficientes empleos de calidad para la creciente masa urbana era muy limitada. En el Reporte de Recursos Naturales y Desarrollo 2015-16 de la Red Sur (disponible aquí y una presentación amigable aquí) nos preguntamos si  esa hipótesis, que hacía perfecto sentido en aquel momento, sigue en pie en un mundo actual, que es totalmente distinto por varias razones. Primero, que países con gran población se expanden y elevan la demanda global de materias primas. Segundo, que la producción se organiza a escala mundial a través de las cadenas globales de valor y ello redefine los principios de ventajas comparativas. Tercero, que los avances tecnológicos (de la mano de las Tecnologías de la Información y la Comunicación – TICs) penetraron todos los sectores de la economía.
 
Es así que en Reporte nos preguntamos: ¿Puede un sesgo productivo hacia etapas “aguas arriba” en las cadenas de valor (i.e. ser exportador de recursos naturales) tener un efecto negativo sobre los puestos de trabajo? Dicho de otra manera, así como se dice que hay una maldición de los recursos naturales, ¿hay puestos de trabajo “malditos” en los países ricos en recursos naturales? Analizamos lo ocurrido en los últimos 10-15 años en la América del Sur, focalizando en la cantidad de empleo, calidad del empleo (calificación, formalidad, tipo de tareas) y la desigualdad de los ingresos laborales.
 
¿Cuáles fueron las principales conclusiones de nuestro estudio? Discutamos primero aquellas asociadas específicamente al mercado de trabajo.
 
  1. Acerca de los mercados de trabajo y el crecimiento del empleo.
La evidencia recopilada tanto en forma agregada como estudios de caso que llevamos a cabo en diversos países de la región nos permite detectar tendencias generales positivas, algunas tendencias generales negativas, y una gran cantidad de heterogeneidad entre los países de la región. En cuanto a la primera, durante un período particularmente favorable para los términos de intercambio de las economías de América del Sur, es notable que el mercado laboral no mostró los efectos adversos previstos por la teoría de las economías intensivas en recursos naturales. De hecho, las economías de América del Sur fueron capaces de absorber una parte creciente de la población en actividades productivas a medida la transición demográfica seguía su curso, y el sector de servicios lideró la tendencia. En cuanto a los aspectos negativos y las heterogeneidades, el crecimiento del empleo se aceleró durante el auge, pero esta mejora no fue ni tan generalizada ni tan sostenible como se esperaba (o deseaba). Por un lado, en países como Colombia o Ecuador la creación de empleo se desaceleró en 2004-14 en comparación con el período 1994-2004. Además, en muchos países el crecimiento del empleo no fue capaz de desacoplarse del ciclo global de las materias primas, mostrando así una volatilidad excesiva que podría haber tenido efectos nocivos sobre el bienestar.
 
  1. Acerca de “puestos de trabajo” malditos y la calidad del empleo.
Hemos encontrado que no hay nada determinístico en la relación entre el sesgo productivo hacia etapas aguas arriba en las cadenas de valor y la calidad de los puestos de trabajo que se generan. Por un lado, la evidencia presentada asociada al desempeño sudamericano reciente demuestra que es posible sesgar una estructura económica hacia los recursos naturales y al mismo tiempo aumentar el contenido de calificación de puestos de trabajo, fomentar la formalidad del mercado laboral y participar en los mercados de trabajo donde se intercambian la imaginación y las ideas. Por otra parte, nuestro análisis también muestra que muchos factores específicos de cada país pueden evitar que una economía se aproveche del comercio internacional en términos de la calidad del empleo, desde el tipo de cambio atrasado hasta la provisión deficiente de bienes públicos. De hecho, el resultado para la región parece tan positivo en promedio como heterogéneo cuando se va a dinámicas específicas de cada país.
 
  1. Acerca de los mercados de trabajo y la desigualdad del ingreso.
Nuestra conclusión principal al respecto es que el sesgo hacia actividades aguar arriba no está relacionado con el aumento de la desigualdad en el mercado laboral, sino todo lo contrario. La mala noticia es que la compresión en la desigualdad observada en este período tiene que ver con una caída en el rendimiento de la educación, lo que, a su vez, puede disminuir los incentivos a incrementar el capital humano.
 
Por último, podemos preguntarnos: ¿Qué conclusiones generales pueden obtenerse sobre la estrategia de desarrollo de la región? Remarcamos aquí dos.
 
La primera, que como regla general la región supo saber “leer” el nuevo mundo. Evitó, por ejemplo, equiparar al desarrollo con la industrialización a secas. Por lo que dijimos, industrializarse puede significar hoy en día especializarse en tareas rutinarias, como el ensamblaje y quedar entonces atrapados en el ingreso medio. Puede ser para los países que quieren llegar al ingreso medio (como ocurre en Asia emergente con los teléfonos celulares o en Africa Subsahariana con los textiles) pero difícilmente permita dar el salto hacia el grupo de los ingresos altos. En cambio, la región aprovechó la bonanza de las materias primas para ampliar acelerar la inversión en capital humano y ello se reflejó en una sensible mejora en la calidad de los trabajos: tanto en términos de calificación como de otros indicadores relevantes (formalidad, desigualdad de ingresos, etc.).
 
La segunda, que esas mejoras no son suficientes para romper la trampa de los ingresos medios; hay que reformular la agenda para poner el foco en las tareas cognitivas no rutinarias. Si bien hubo mejoras sensibles en algunos países (como Chile o Perú), en general la región consolidó el status quo de trabajos de ingreso medio. Avanzar en este camino supone un trabajo dificultoso, que incluye conectar temas tan dispersos como la capacitación de trabajadores en las empresas hasta el permiso parental compartido; desde el control sanitario en la niñez hasta la incorporación de las TICS a la educación formal; desde el estudio de oportunidades en los mercados globales al fomento del trabajo en equipos. Los países de la región se deben aún este debate; mientras tanto, el reloj sigue corriendo.

 

 

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