Las novedades más importantes en el último mes se originaron en el campo de la política y en la economía internacional. En lo internacional se destaca la rebaja de la calificación de la deuda griega en el contexto de intensas negociaciones para evitar una reestructuración. En el ámbito político local sobresalen dos hechos. El primero es que se frustró el acuerdo entre Alfonsín y Binner, lo que brinda evidencia adicional –por si hiciera falta– acerca de la reducida capacidad para acordar que tienen los distintos segmentos de la oposición. Para paliar en parte esta imagen, el candidato del radicalismo apuró la designación de su compañero de fórmula. El segundo hecho es el nuevo caso de descontrol que afecta esta vez a la construcción de viviendas financiadas con fondos públicos. Como ocurrió en el caso de las transferencias a obras sociales sindicales, el gobierno sigue enfrentando importantes problemas para asegurar el control y la transparencia en el manejo de los fondos públicos. Este nuevo traspié tiene potencial para generar bancos de neblina en un horizonte electoral que el gobierno imaginaba de visibilidad infinita. Por ejemplo, podría influir negativamente sobre la cercana elección en la Ciudad de Buenos Aires. Esto no hace más que reafirmar que en una situación en que la oposición ha perdido la iniciativa, las mayores amenazas políticas para el oficialismo se gestan en su propio seno.
Las consecuencias de este panorama político en lo estrictamente económico no dejan de ser paradojales. Los problemas de la oposición para presentar un frente unido no hacen sino dar mayor credibilidad a la idea que desea instalar el gobierno de que el oficialismo “ya ganó” la elección. Pero esto, lejos de reducir la incertidumbre sobre el futuro de la economía, la aumenta: los inversores parecen estar anticipando que si el gobierno gana la elección y cuenta con grados de libertad suficientes, profundizará algunos aspectos del “modelo” que actúan como fuentes de generación de riesgo. Dos puntos son particularmente relevantes en este sentido. El primero es que se teme que la alta inflación podría devenir un rasgo estructural de la economía con consecuencias negativas sobre la duración de los contratos, mayor distorsión de precios relativos y permanentes conflictos distributivos. El segundo es que los casos de presunta corrupción y/o manejo poco transparente de fondos públicos que involucran a sectores muy vinculados políticamente con el gobierno plantean la cuestión de cómo se garantizaría la gobernabilidad en los futuros cuatro años si: (a) un shock negativo afectara la disponibilidad de caja del gobierno; (b) las autoridades decidieran limitar o controlar con mayor severidad el uso de los fondos asignados a ciertos sectores en un contexto de reposicionamientos internos dentro de la coalición oficialista.
Por supuesto, lo anterior podría ser sólo una conjetura. Pero hay evidencia empírica que respalda esta conjetura: en el actual contexto pre-electoral y de aparición sistemática de casos de mal uso de fondos públicos la salida de capitales al exterior se ha acelerado sensiblemente. En abril y mayo se calcula que han salido respectivamente 1600 y 2000 millones de dólares aproximadamente. Sumados a los 3.600 que se fueron en el primer trimestre esto implica que la salida de capitales superará largamente el saldo de la cuenta comercial. Otro indicador que aporta evidencia en igual sentido es que el llamado dólar “blue” se cotiza bien por encima del dólar del mercado transparente y la brecha ha tendido a aumentar. Estos indicadores hablan a las claras de que las expectativas de depreciación del peso están siendo corregidas al alza.
Ante una situación como ésta, anclar las expectativas es vital para evitar aumentos excesivos en la vulnerabilidad. Las iniciativas de política económica, sin embargo, siguen brillando por su ausencia. Las medidas y actividades de mayor impacto que ha estado llevando adelante el gobierno son más bien de carácter reactivo, como es el caso, por ejemplo, de las discusiones con Brasil para desactivar las barreras al comercio mutuo o las trabas a las exportaciones con el propósito de reducir la presión sobre el precio de los alimentos o los trascendidos de que Moreno no autorizará aumentos hasta octubre o…las acciones reactivas se reproducirán a medida que se profundicen las inconsistencias macroeconómicas.
Aunque no es nueva, una actitud tan pasiva de las autoridades en el plano de las políticas de carácter proactivo no deja de sorprender ya que algunos desequilibrios se siguen profundizando de manera sistemática. El consenso generalizado es que la estrategia del gobierno es la de no intentar ningún tipo de medida correctiva antes del acto eleccionario. Pero lo cierto es que el gobierno parece estar sobre-actuando su propio guión, tomando riesgos innecesarios. Aún si por razones de ciclo político se aceptara como válida la estrategia de evitar los ajustes antes de la elección, lo cierto es que las autoridades a cargo de la gestión económica parecen no estar haciendo todo lo que se podría a favor de esa estrategia. Una iniciativa obvia y “barata” es asegurar una mayor consistencia entre el Banco Central y el Ministerio de Economía en relación a qué tasa de depreciación deben esperar los operadores. Mientras las acciones del Banco desde principios de año parecían apuntar a una depreciación más acorde con el ritmo de los precios, el ministro parece haber sugerido que el dólar se movería muy poco. En circunstancias en que el anclaje de expectativas es un problema, este tipo de inconsistencia puede ser costoso.
En este contexto de pasividad, cabe esperar que la economía continúe recorriendo un sendero de alta inflación y expansión cíclica del nivel de actividad y que siga, también, acumulando tensiones que la harán más vulnerable a eventos negativos. En este sentido, los factores de riesgo a corto plazo se asocian, sobre todo, con shocks que podrían originarse en la economía internacional y en la política doméstica, conjugándose para aumentar el desequilibrio entre la salida de capitales y el saldo de la cuenta comercial: cuanto mayor la discrepancia entre estas dos variables, mayor la probabilidad de que se observen caídas netas en las reservas internacionales. Hay que tener en cuenta que en los últimos años se financió la salida de capitales con el superávit comercial. Por supuesto, el gobierno podría tratar de frenar la salida con medidas draconianas, pero entonces la presión especulativa se reflejará en subas del dólar “negro”. La experiencia inflacionaria del pasado indica que los precios se forman en base a ese dólar, cuando aparece.
Más allá de la ocurrencia de shocks externos, hay que tomar en cuenta que la dinámica interna de la economía está llevando naturalmente a una reducción del superávit comercial debido a la evolución de los costos locales. Las correcciones salariales en el sector formal tienden a ubicarse por encima de la inflación mientras el tipo de cambio evoluciona por debajo. Esta evolución tampoco ayuda a estabilizar las expectativas sobre la trayectoria de los precios y sobre una distorsión creciente de precios relativos.
En buena medida, la vulnerabilidad que estamos marcando se origina en inconsistencias de política doméstica. No son el resultado de desequilibrios inmanejables en los fundamentos. Por ello, si la situación externa no se complicara excesivamente –caída de los precios internacionales; stress financiero disparado por eventos como el de Grecia– se puede argumentar que existe espacio de política suficiente como para ordenar la coyuntura. Hay tres factores positivos en relación con la disponibilidad de herramientas de política. El primero es un buen ritmo de actividad económica que se refleja en una positiva evolución de la recaudación tributaria. Segundo, un nivel relativamente bajo de deuda pública. Las autoridades dieron a conocer recientemente las cifras de la deuda pública y la misma se encuentra en niveles que están lejos de ser amenazantes. Las formas en que se redujo el endeudamiento en algunos casos es muy criticable por sus efectos de largo plazo sobre la credibilidad y el desarrollo financiero –como es el caso de la indexación en base al IPC oficial–; pero lo cierto es que la deuda se redujo. El tercero es que el gobierno podría intentar volver a colocar deuda en los mercados voluntarios si implementara ciertas iniciativas que no parecen excesivamente demandantes pero aumentarían la credibilidad, como terminar de arreglar con el Club de Paris o evitar la manipulación del IPC. La situación internacional, caracterizada por tasas de interés muy bajas y alta liquidez es de gran ayuda en este sentido. Así, si bien hay requerimientos por vencimientos de deuda en 2012 que no son de despreciar, una política consistente no sería razonable que encuentre problemas serios de financiamiento.
En vista de estos hechos y tomando en cuenta la debilidad de la oposición, lo racional sería que el gobierno intentara ordenar la coyuntura mínimamente luego de octubre, de forma de lograr un mayor anclaje de expectativas. Nótese que no nos estamos refiriendo a un programa de reducción de la inflación ambicioso o a iniciativas destinadas a inducir un vuelco dramático en la confianza del sector privado, de forma de revertir una salida estructural de capitales. Por iniciativas para un ordenamiento mínimo de la coyuntura entendemos medidas fiscales, monetarias y de ingresos que, como primer paso, logren reducir la velocidad con la cual se están ampliando los desequilibrios en el presente y, en un segundo momento, logre estabilizar los costos domésticos y desactivar la veloz pérdida actual de competitividad. Si el sector privado no anticipa que esto ocurrirá y en función de ello coloca sus ahorros en divisas, la explicación tiene que estar en el campo de la política. No de la economía.
En síntesis, el mayor problema que enfrentará el gobierno de aquí a las elecciones será el de anclar las expectativas de corto plazo sobre la evolución futura del tipo de cambio y de la inflación. En la medida que la situación externa siga siendo positiva en cuanto a exportaciones y precios, es de esperar que las autoridades puedan posponer la tarea de anclar las expectativas hasta después de octubre. Pero debido a los puntos discutidos, la estrategia no deja de ser de alto riesgo. De aquí que es necesario estar alerta respecto de la evolución internacional, que podría cambiar la situación de favorable “viento de cola” que se viene observando.