Los desarrollos recientes de la economía mundial no deparan buenas noticias para la región. El estancamiento en Estados Unidos, el agravamiento de la situación europea y la desaceleración del crecimiento en Asia moldean un escenario sombrío para los próximos meses. De ser moderado, este cambio tiene un efecto positivo, en tanto da sirve como contrapeso para las dinámicas de crecimiento de la región, signadas por fuertes presiones inflacionarias y apreciación cambiaria. Sin embargo, a medida que la situación se hace persistente, la hipótesis del rebalanceo global” cobra más sentido y la consecuente orientación “hacia dentro” de la demanda asiática puede llegar a revertir el “viento de cola” de la última década.
El desempeño de las exportaciones brasileñas de productos manufacturados en los últimos años ha sido decepcionante. Entre 2005 y 2010 su participación en las ventas totales se redujo del 55,1% al 39,4%, registrando un crecimiento promedio anual de sólo el 4%, contra un 11,2% de las exportaciones totales.
Están pasando tantas cosas de manera simultánea en el orden local y el internacional que escribir corto sobre la coyuntura es una tarea imposible. En lo que sigue va nuestro intento por sintetizar y encontrar un cierto orden lógico (pero no es corto).
En los últimos años los precios de los commodities han presentado una volatilidad importante derivada de la inestabilidad financiera internacional. El hecho de que los inversores, hayan buscado en los commodities opciones de inversión rentables ha determinado que los precios de estos bienes adopten la volatilidad de los activos financieros, viéndose afectados por variables ajenas a los fundamentos reales de su oferta y demanda. En este sentido, la inestabilidad financiera existente a nivel internacional a raíz de las posibles situaciones de default en Estados Unidos y algunos países de Europa plantea un escenario donde los precios internacionales de los commodities pueden verse significativamente afectados. A su vez, la economía uruguaya, como economía pequeña y abierta se ve impactada por estos shocks de precios de diversas formas. En lo que sigue se analiza la evolución reciente de los precios internacionales de diferentes commodities al tiempo que se discute, en base a los resultados de un nuevo trabajo de investigación de cinve, los efectos que sobre diferentes variables macroeconómicas internas causan choques inesperados de estos precios.
En el último mes ocurrieron dos hechos en la economía internacional que están en el centro de la atención. El primero es que varios de los riesgos que estaban latentes comenzaron a materializarse, con un riesgo de cola que eleva la incertidumbre a otro nivel. El segundo es que los diferentes gobiernos anunciaron masivos programas para paliar los efectos de estos riesgos, y la interacción entre la conducta de los gobiernos y la reacción de los mercados, clave para el manejo de las expectativas, ha comenzado. Por ahora los resultados no fueron alentadores.
Las autoridades económicas han estado pescando en aguas de apariencia tranquila y rendimientos políticos abundantes. El problema es que esas aguas se ubican en regiones en las que suelen formarse tormentas fuertes.
El mercado de la vivienda presenta algunas características particulares que lo hacen diferente a otros mercados de bienes. Los bienes inmuebles cumplen una doble función: por un lado constituyen un bien de consumo durable para los hogares que encuentran en él un cierto nivel de utilidad al ser usado como vivienda, por otro lado constituyen un activo de inversión alternativo ante la búsqueda de una renta futura ya sea por la venta o alquiler del inmueble.
Los países en desarrollo han venido incrementando de manera sostenida su participación en los flujos globales de inversión extranjera directa (IED). De un peso de apenas 1% en los ’70, pasaron a cerca del 14% en la pasada década (cuadro 1). En 2009 esa cifra trepó a casi el 21%, producto de la fuerte retracción de los flujos emitidos por los países desarrollados en el contexto de la crisis sistémica internacional.
A mediados del año pasado, cuando la recuperación mundial impulsada por masivas políticas de estímulo cumplía un año, el ministro de hacienda de Brasil, Guido Mantega, cuestionó severamente los efectos que dichas acciones de política estaban causando al mundo emergente - en particular en Brasil. Dijo: “estamos en el medio de una guerra internacional de divisas”. Su intervención no fue meramente protocolar: acusaba a la disputa entre China y los Estados Unidos por la pérdida de competitividad de Brasil en los últimos tiempos, la reducción de su superávit comercial y la proliferación de signos de desindustrialización en su economía.
Tanto la economía europea como la argentina siguen mostrando signos de que los desequilibrios existentes podrían profundizarse. En ninguno de los dos casos se trata de síntomas novedosos. Probablemente, el rasgo más sorprendente de la coyuntura es observar cómo se repiten respuestas de política que han demostrado muy poca efectividad en el pasado sin que, por otro lado, existan alternativas de política sólidas que estén siendo impulsadas de forma creíble en la arena política para actuar sobre las causas de los problemas.