Dos décadas después de la crisis de la deuda, aquella que lo expulsaría de su milagro de 40 años de crecimiento ininterrumpido, Brasil retornó a la escena internacional como una de las promesas del futuro. Su afiliación a los BRIC (junto con Rusia, India y China), el grupo de países que según el influyente reporte de Goldman Sachs dominaría la economía mundial hacia el año 2050, fue el preludio de una etapa de crecimiento acelerado, baja inflación, ampliación de los estratos de ingreso medio y una fenomenal expansión del sistema financiero –en particular los mercados de capital. No se trató, sin embargo, de un proceso libre de costos: la baja tasa de inversión, el peligro de una burbuja financiera y la creciente primarización de las exportaciones proveen los principales resultados contrastantes y racionalizan la existencia del actual debate sobre un posible cambio de rumbo en los próximos meses.
Hay un hecho reciente que merece destacarse no porque ocupó muchos titulares de los diarios sino, justamente, porque no lo hizo: el 26 de Marzo se cumplieron veinte años de la firma del tratado de Asunción, que dio nacimiento al MERCOSUR. Para diferenciarnos mínimamente de la apatía en esta nota discutiremos las macroeconomías del Brasil y la Argentina comparadas. El objetivo de la comparación es ilustrar un punto: los líderes de las dos economías más grandes del bloque tienen una actitud pasiva hacia el MERCOSUR que no se condice con la necesidad urgente que ambas economías tienen, tanto de incrementar la competitividad de sus exportaciones industriales como su poder de influir en la arena internacional. Dos propósitos que fueron clave para la formación del bloque. Esto último es central en un mundo donde China sigue una política con sesgo mercantilista y el “relajamiento monetario” de Estados Unidos genera una liquidez excesiva que se traduce en amenaza de guerra de monedas y, en el caso de Brasil, de formación de burbujas domésticas alimentadas por la inundación de capitales del exterior. Por supuesto, los socios más chicos, Uruguay y Paraguay, no tienen poder suficiente para cambiar el estado de apatía y, de vez en cuando, como en el caso de Uruguay, se conforman con declaraciones sobre la intención de formar acuerdos de libre comercio con otros socios.
La balanza comercial brasileña obtuvo en febrero un superávit de USD 1200 millones con exportaciones de USD 16,7 mil millones e importaciones de USD 15,5 mil millones. Las exportaciones tuvieron un crecimiento del 37,2% en relación a noviembre del año pasado, con una variación acumulada en el año de 35,9%. Las importaciones registraron un aumento de 31,6% en el mes y acumulan un crecimiento del 30,2%. Mientras tanto, el tipo de cambio real se apreció un 14% en el primer bimestre del año en relación al mismo período de 2010.
La mayoría de los acuerdos de integración de América Latina son difíciles de comprender y evaluar. El MERCOSUR no escapa a la regla: lo que se anuncia es el acuerdo no se ajusta a lo que alcanzó ser. En cuestiones tan básicas como la membresía este problema se verifica. Esta nota organiza el análisis de un conjunto de hechos seleccionados organizados en siete dimensiones fundamentales. No hay propuesta de rediseño ni de cambios de política en materia de integración. La nota se limita a evaluar los hechos elegidos destacando tanto los logros como los aspectos inacabados del acuerdo.
Como es habitual, Cristina Kirchner dio a principios de marzo su mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa. Buena parte del discurso fue destinado a enumerar los logros del gobierno. La porción asignada a evaluar los desafíos, en cambio, fue mucho más breve y no hubo referencias a uno de los obstáculos más importantes que enfrenta el gobierno en el corto plazo: la inflación. Tampoco se dedicó espacio a evaluar las oportunidades y amenazas en el plano internacional, lo que parecía más que oportuno a la luz de la evolución en el precio de los alimentos y del petróleo. En general, el discurso ratificó el rumbo de las políticas económicas, pero hizo hincapié particularmente en señalar que seguirá la política de “flotación administrada” y que se resistirán las presiones de los sectores que “empujan devaluaciones”, lo que en la práctica significa que se seguirá recurriendo a una depreciación menor a la inflación como principal arma anti-inflacionaria. Probablemente el gobierno es conciente de que una pauta de depreciación por debajo de la inflación no será suficiente para moderar las expectativas inflacionarias y, debido a ello, anticipa un año conflictivo en lo que hace a reclamos sindicales. Esta hipótesis es coherente con el hecho de que la mandataria pidiera moderación en los conflictos distributivos, evitando tomar de rehenes a usuarios y consumidores. De esta forma, a falta de un plan anti-inflacionario –o, aunque más no sea, una solución al problema de credibilidad del INDEC– la Presidente optó por un llamado político a la auto-moderación en la forma de expresar los reclamos.
La crisis subprime ha dejado un conjunto de lecciones que modificará aspectos esenciales de la macroeconomía mundial de los próximos años. En particular, hoy sabemos mucho más sobre los riesgos que implica la securitización de los activos financieros y seguramente el perímetro regulatorio en los próximos años se ampliará para incluir el “sistema bancario en las sombras” que tanto creció en las economías avanzadas en la última década. Sin embargo, un rasgo característico de la década pasada parece sobrevivirla, del cual América Latina no se encuentra ajeno: los desbalances globales.
Brasil cerró 2010 con una balanza comercial superavitaria en aproximadamente 21 mil millones de dólares (casi un 1% del PBI). Este resultado significa un empeoramiento en relación al año 2009, cuando el superávit comercial llegaba a 1,5% del PBI. Sin embargo, no es un mal resultado si se observa la impresionante dinámica expansiva de las importaciones, en un contexto de alto crecimiento económico y marcada apreciación del real. La clave, por supuesto, está en el fuerte crecimiento de las exportaciones.
Si bien aún se desconoce a cuánto alcanzará el crecimiento económico en 2010, hay un importante consenso respecto de que el mismo será elevado, situándose entre un 7,5% y un 8,8% según las proyecciones de analistas consultados por la en-cuesta selectiva de expectativas del BCU. Para el año 2011, si bien se espera una moderada desaceleración del nivel de actividad, se proyecta nuevamente una fuerte expansión económica de entre un 4,2% y 6%, también según la encuesta de expectativas del BCU. Es decir, existe también para 2011 un significativo consenso respecto de que la economía continuará su trayectoria expansiva. La mayor expansión del consumo, que en el presente año alcanzará casi un 9% introduce algunas dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento más allá del 2011. En efecto, si bien la expansión de la demanda agregada determina a corto plazo un impulso sobre la producción, es conocido que a largo plazo, si no se incrementa la capacidad productiva de la economía, lo que requiere de un continuo proceso de inversión de capital, tanto físico como humano, los incrementos de demanda tienden a diluirse en presiones sobre los precios.
Ciertas acciones llevadas a cabo por el gobierno en los últimos días indican que existe una preocupación creciente por el problema más serio que enfrenta la economía en el presente: la alta inflación. Sobresalen en este sentido las iniciativas de la Secretaria de Comercio obligando a ciertas empresas a revertir aumentos de precios y el intento de presionar sobre las consultoras privadas que elaboran índices de inflación alternativos a los poco creíbles índices del INDEC.
La balanza comercial brasileña obtuvo en noviembre un superávit de USD 312 millones con exportaciones de USD 17,7 mil millones e importaciones de USD 17,4 mil millones. Las exportaciones tuvieron un crecimiento del 39,8% en relación a noviembre del año pasado, con una variación acumulada en el año de 30,7%. Las importaciones registraron un aumento de 44,3% en el mes y acumulan un crecimiento del 44%.